El Alma de la Eternidad - Volume 3 - AE3 - Capítulo 1
El Imperio Dracón.
Según los libros, es el segundo continente más grande del mundo, sólo superado por el Continente Humano. Un reino dividido en 4 grandes secciones:
Al oeste, el Reino Dracón Comercial, una sección del Imperio Dracón, dedicada únicamente al comercio entre todas las razas.
Al Sur, el Reino Corazón de Dracón, donde se alberga la mayor parte militar del Imperio.
Al Este, el Reino Sagrado Dracón, donde se encuentra la realeza, los altos comandos y los nobles.
Al Norte, las Montañas de Aragón, los humanos no tenemos mucha información sobre ese lugar, más allá de ciertas creencias.
Nuestro carruaje, se dirigía al Este, el Reino Sagrado Dracón, al cruzar el puente que conectaba el Continente Humano y Dracón, nos encontramos con varios guardias bien armados; pese a su humanezca apariencia, se distinguían por la cola y colmillos que algunos aún mostraban. Sus armaduras hechas a base de escamas dracón, siendo las armaduras más resistentes del mundo.
Mi padre parecía conocer a los guardias, por lo que nos dejaron pasar sin mucho problema.
– “El Imperio Dracón es muy genial. Hay demasiadas cosas que vas a ver y aprender, Hiroshi. Pero déjame darte un ligero consejo: No te fíes de ningún noble dracón. La mayoría son mera escoria que cree que deberían invadir el resto del mundo con tal de prevalecer ellos solos.”
Mi padre, con una expresión seria, me decía esas palabras. Los nobles dracón… ¿podrían llegar a ser tan déspotas?”
Llegando a las puertas del reino, nos encontramos con más guardias, mismas preguntas, mismos papeles que mi padre entregaba.
– “Si, sólo vengo a dejar a mi hijo en la Academia de la Espada. Fue aceptado hace poco por el maestro Xa’os, aquí tengo su carta de aceptación.”
Los guardias parecían poco convencidos por mi padre, pero la carta que leían los hacía borrar toda duda de sus rostros. Nos dejaron pasar.
Seguimos en el carruaje hasta llegar a mi destino. La Gran Escuela de Espadas. Mi padre me hizo entrar, nos despedimos rápidamente y se retiró del lugar, parece que los dracones no son muy hospitalarios con los de otras especies. Entrando en la escuela, vi a varios jóvenes y maestros, entrenando.
Me encontré con la recepcionista. Una mujer dracona, que me miraba disgustada.
– “Bienvenido a la Gran Escuela de Espadas. ¿Qué hace aquí?”
– “Vengo a entrenar… Tengo una carta del señor Xa’os donde dice que puedo aprender aquí.”
Le entregué la carta. La mujer me miraba de una forma despectiva, incrédula de mis palabras, hasta que le mostré la carta. La leyó y su sonrisa desapareció del rostro. No podía creérselo, un no-draconiano en la escuela de espadas.
En ese preciso momento, una puerta que no estaba antes se abrió ante nosotros. Un grupo de niños, junto con un anciano, salieron de ahí. La recepcionista se acercó al viejo, le enseñó la carta y este empezó a reír.
– “Veo que finalmente llegaste, joven humano.” – decía el viejo a carcajadas en idioma dracón.***
– “Yo… uhm… Nombre ser Hiroshi. Aprender espada.” – dije con el poco dialecto dracón que logré recordar por los nervios.
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